Ciudad de México.- Johanna Milor salió de Haití 14 meses atrás y llegó a la ciudad en octubre. A pesar de sentirse cada vez más lejos de su hogar, la víspera de Año Nuevo la aprovechó para preparar los platillos tradicionales de su comunidad y así sentirse un poco más cerca de la misma.

Desde las 10:00 horas de ayer, preparó un guisado a base de zanahoria y papas que se acompaña con carne de cerdo, favorito de su madre y que solía preparar en Haití.

“Nos costó mucho llegar aquí a la ciudad, estuvimos atoradas en Oaxaca por problemas con la migración, pero ahora ya estamos más seguras aquí, por eso decidimos preparar la comida casera que nos recuerda a casa, ahorita que ya estamos más en comunidad”, narró.

Lejos de su hogar y de la mayoría de su familia, las personas migrantes que ocupan la Plaza Giordano Bruno tuvieron que adaptar sus tradiciones; imaginaron las fiestas de fin de año de sus hogares y recrearon sus platillos con ingredientes que tenían a la mano.

Desde temprano, pasando la hora del desayuno, ya estaban alistando los platillos que cenarían en la noche en compañía de la nueva familia que han creado, unidos por la incertidumbre de su estatus migratorio y por las condiciones adversas que han encontrado al tratar de establecerse en la Ciudad de México.

La población, mayormente haitiana, se preparó para conmemorar la llegada del Año Nuevo con platillos típicos de la isla, pero con ingredientes que consiguieron de vecinos que donaron comida o con lo que lograron conseguir en las tiendas aledañas.

En lugar de la sopa tradicional llamada Joumou, elaborada con carne de res, fideos, hierbas de olor y calabaza, Marie Royer tuvo que preparar una sopa de verduras para sustituir al ingrediente principal que es la calabaza, ya que no pudo encontrarla en ningún mercado.

“Salimos desde ayer a buscar una calabaza que alcance bien para todos, pero ya no está en temporada, pero también habrá arroz blanco con frijoles y plátanos fritos, otros amigos que llevan más tiempo dicen que en Año Nuevo todos los de la plaza comparten comida y tratan de celebrar un poco”, explicó Royer.

En el campamento de la explanada de la iglesia de La Soledad, en La Merced el escenario no era muy distinto.

Hallaca, un guisado de pollo en forma de tamal, es el platillo tradicional que mujeres venezolanas prepararon para recibir el Año Nuevo en el campamento de migrantes.

“Hace un año cenamos las hallacas para recibir el año y también las vamos a cenar para recibir el año en la Ciudad de México”, explicó Jessica Matías, originaria de la ciudad de Cumaná.

Con sus hijos pequeños y su esposo, Matías pernocta en una de las tiendas de campaña y viviendas improvisadas con plásticos y cartón en el campamento de la explanada y en un parque público abandonado junto a La Merced, en los límites del Centro Histórico. Hace un año cenaron en una mesa, pero ayer tuvieron que hacerlo sentados en el piso, sin cubiertos y bajo el frío.

Ahí, todos aguardan que en la aplicación CBP One, el Gobierno de Estados Unidos les dé una cita para llegar a una garita de acceso en la frontera con México. Algo, que, esperan, ocurra durante el año que inicia.