La estrella interpretó por primera vez canciones de su álbum de country durante un partido de la NFL, destacando su destreza sobre el escenario y las colaboraciones con otros artistas.

Beyoncé, in a white bodysuit with silver touches and a big white cowboy hat, raises one hand in the air while singing onstage. There are a drummer and keyboards behind her.
Beyoncé interpretó un popurrí de canciones, en su mayoría de su álbum más reciente, Cowboy Carter, el miércoles en Houston.

Poco antes de estrenar en marzo su extenso y pedagógico álbum Cowboy Carter, Beyoncé hizo una declaración sobre el proyecto: “Nació”, escribió, “de una experiencia que tuve hace años en la que no me sentí bienvenida… y estaba muy claro que no lo era”.

Muchos especularon con que se refería a su actuación con las Chicks en 2016 en los Premios de la Asociación de Música Country (CMA, por su sigla en inglés), aunque esa es solo una de las muchas veces en que las incursiones de la superestrella nacida en Texas hacia el interior del establishment de Nashville se han topado con la resistencia de aquellos que, con un criterio estrecho, deciden quiénes entran. En septiembre, Cowboy Carter recibió cero nominaciones a los premios de la CMA; dos meses después, obtuvo 11 nominaciones a los Grammy, más que cualquier otro artista.

Pero la jubilosa y expertamente escenificada actuación de Beyoncé durante el medio tiempo de un partido de la NFL en Houston en Navidad envió el mensaje contrario: en su reimaginación a lo grande de la música country y la cultura sureña, todo el mundo es bienvenido. El acontecimiento no solo formaba parte de la primera incursión de Netflix en el abarrotado campo de las transmisiones de la NFL, sino que era el debut en una actuación en vivo de material de Cowboy Carter, un álbum que examina la historia de la música country, destaca a intérpretes negros vitales para su pasado y su presente, y reflexiona sobre cuestiones más amplias acerca de la naturaleza confinada del género.

La impresionante producción, anunciada en la parte superior como Beyoncé Bowl, parecía emplear un reparto de apoyo que rivalizaba con el de una superproducción cinematográfica. Durante la mayor parte de sus 13 minutos, el campo rebosaba de músicos, bailarines y una procesión de extras, todos ellos vestidos de un blanco deslumbrante. Esa abundancia enviaba un mensaje. Aunque es conocida por su singularidad monolítica como artista en solitario —y por sus poses de poder bajo los focos—, Beyoncé mostró una versión de sí misma durante este espectáculo que parecía especialmente generosa, deseosa de compartir el momento.

Durante un fragmento de su versión de “Blackbird” de los Beatles, estuvo flanqueada por el cuarteto de jóvenes artistas country negras de la grabación del álbum, Tanner Adell, Brittney Spencer, Tiera Kennedy y Reyna Roberts. Cedió el protagonismo a la estrella emergente Shaboozey para rapear su verso en “Sweet Honey Buckiin’”, una aparición que contribuyó a facilitar el éxito de su tema número 1, “A Bar Song (Tipsy)”. Se unió a una larga línea de Two Step en la que apareció su impresionantemente madura hija de 12 años, Blue Ivy. Y dejó que Post Malone rompiera el código de vestimenta, vestido con vaqueros —quizá por el bien de lacolocación de productos— mientras interpretaban una versión casta pero encantadora de su sensual dúo “Levii’s Jeans”. La sonrisa de Malone, encantado de estar allí, transmitía un asombro que se hacía eco de lo que probablemente pensaban muchos espectadores: “¿Quién si no Beyoncé podría ofrecer un espectáculo así?”.

Beyoncé compartió el escenario del medio tiempo con bailarines, músicos y una procesión de extras.
A este nivel de su fama imperial, Beyoncé se caracteriza por buscar los escenarios de más alto perfil y prosperar en ellos. Algunos de los más importantes están relacionados con la NFL y ella ha disfrutado de esa plataforma. En 2013, ofreció uno de los mejores espectáculos del medio tiempo del Super Bowl del siglo con su ardiente talento para el espectáculo y su amplio catálogo de éxitos; en 2016, apareció para interpretar “Formation”, una atrevida canción que había lanzado un día antes, y eclipsó a Coldplay, el artista principal, en el proceso. En febrero, cuando anunció el próximo lanzamiento de Cowboy Carter, lo hizo durante —¿dónde más?— un anuncio del Super Bowl. (En 2019, Roc Nation, la empresa de entretenimiento fundada por el marido de Beyoncé, Jay-Z, se asoció con la NFL y desde entonces ha llevado a artistas de hip-hop al escenario del Super Bowl).

Aunque estaba plagada de estrellas, rayas y banderas estadounidenses que se llevaban como accesorios, la actuación navideña de Beyoncé no tuvo el toque de confrontación de algunos de sus trabajos más marcadamente políticos, salvo por algunas letras cantadas con entusiasmo durante una alegre interpretación de “Ya Ya”: “Whole lotta red in that white and blue, history can’t be erased” (Mucho rojo en ese blanco y azul, la historia no se puede borrar). Pero fue magníficamente artístico en su puesta en escena, detalles de fondo y composición, desde el momento en que Beyoncé entró montada en un caballo blanco mientras cantaba su elegíaco “16 Carriages” hasta el animado final del popurrí, una alegre interpretación del desenfadado éxito número uno, dirigido por un banjo, “Texas Hold’Em”.

“Es justo que hagamos ‘Texas Hold’Em’ por primera vez en Houston, Texas, en Navidad”, dijo al público. (También habría sido aún más justo si los Texans hubieran podido ganar en casa en lugar de perder por 31-2).

La única limitación de la actuación, en comparación con los logros en directo más sublimes de Beyoncé —incluida su actuación en Coachella 2018, recogida en la película y el álbum en directo Homecoming, y a la que se aludió durante un estridente segmento de la banda de música el miércoles—, fue el estrecho enfoque de su lista de canciones. Fue una exhibición de Cowboy Carter hasta la médula, aunque podría haber incluido fácilmente material anterior, como “Daddy Lessons”, que conecta el álbum con entradas anteriores de la discografía de Beyoncé.

Pero teniendo en cuenta el momento de la actuación, justo cuando los votantes de los Grammy están decidiendo si Cowboy Carter dará finalmente a Beyoncé su codiciado primer trofeo al álbum del año, el espectáculo se desarrolló como un anuncio de “para su consideración” con un presupuesto desorbitado y especialmente convincente. Y tras una actuación tan aguda y amplia como esta, ella es un caballo bastante seguro por el que apostar.