Ante la pandemia por COVID-19, la Semana Santa no se vive igual en Iztapalapa. No se percibe ese olor a manzanilla, a naranja, a incienso, a caballos. No está el entusiasmo con el que los habitantes recibían su fiesta más grande. Los vecinos no lavaron sus banquetas, no limpiaron sus barandales, no se observa el mercado lleno de trajes de romanos, de nazarenos o de vírgenes de pueblo.

A las afueras del Metro no se encuentra el tianguis de barro que año con año realiza la venta de sus productos.

La Explanada del Jardín Cuitláhuac y las calles que recorrían los participantes antes de llegar al Cerro de la Estrella para la crucifixión carecen del escenario que colocaban y pintaban los miembros del Comité Organizador de la Semana Santa.

Las calles no están abarrotadas por los nazarenos, ni las vírgenes de pueblo, ni romanos y hebreos. No hay vecinos que salgan a presenciar el evento. Los caballos se escucharían al andar por la calle, con las fanfarrias y los clarines retumbar. Pero eso no pasará este año.

Este Domingo de Ramos, los vecinos dirían “ahí viene, ya se escuchan los clarines”. Pero su voz no se escuchó. Las calles que en otro momento estuvieron repletas de gente hoy están vacías.

Un punto importante a destacar es que en la representación que televisaron este domingo 28 de marzo de 2021 no había niños. En años anteriores, ellos eran ejemplo de la fe que les heredaron de generación en generación.

La representación de vida y muerte de Cristo en Iztapalapa se realiza desde hace 178 años, la tradición comenzó por una epidemia de cólera que azotó la zona cuando todavía era un pueblo. Para contener la propagación de enfermedad, los habitantes le prometieron al Señor de la Cuevita realizar dicha representación año con año.Iztapalapa Semana Santa 2021 Foto

Iztapalapa es la alcaldía más afectada por la pandemia de COVID-19, y esto es lo que hace sentir más la nostalgia de la representación, ya que por estas fechas hace un año todavía no se reportaban muertes en la demarcación.

La tristeza se siente al escuchar la marcha dragona, que de inmediato les evoca a recordar al amigo, al tío, al primo, al abuelo o al vecino que perdió la vida.

Esta tradición para los iztapalapences es motivo de unión, cada año las calles se llenan de miles personas que esperan presenciar parte de la representación, se ven las casas llenas, y al pasar por alguna de ellas te llega ese olor a mole y romeritos que preparan para la comida.

Este viernes santo no veremos la fila de cientos de personas que buscan entrar a dicha casa para observar al representante de Jesús en la Pasión.

El Cerro de la Estrella lucirá totalmente vacío, sin cruces a su alrededor, sin caballos tocando los clarines, sin romanos, sin nazarenos; no se escucharán los sollozos de las vírgenes.

Los iztapalapences tendrán que visualizar la representación por televisión, que durará alrededor de dos a tres horas, pero nada se compara con el día entero que ellos dedican a preparar sus vestuarios, salir al Recorrido de las Siete Casas y representar los pasajes bíblicos.