El vagón del Metro va semivacío, pero Magda no se anima a sentarse. Recargada en una de las puertas hace malabares para no tocar los tubos cada que frena la unidad. “Es por seguridad. Tengo una niña de tres años y mi madre de 60, no quiero arriesgarlas”, asegura a manera de disculpa al que la mira con curiosidad. Comenta que, salvo los miércoles que descansa, diario toma el Metro desde la estación Tláhuac, en la Línea 12, transborda en Ermita y continúa su viaje por la Línea 2 hasta Popotla, donde trabaja en una tienda de conveniencia.

“Por eso ando así, con cubrebocas, careta, guantes y chamarra. Mi peque dice que parezco astronauta, pero no me importa, todo sea por su seguridad”, menciona con tímida sonrisa, mientras observa a un par de novios besándose, con los tapabocas en el cuello.

Al llegar el convoy a Chabacano la joven ve un enorme anuncio: “Callados prevenimos el contagio”, sonríe y guarda silencio.

El mensaje es un exhorto del Metro que invita a los usuarios a no hablar durante su trayecto, como una de las acciones preventivas en el marco de la contingencia sanitaria. En eso, un vagonero de cubrebocas, “¡con doble protección y lavable!”, rompe el hipnotismo de Magda, quien busca algo en su bolso; dice que ahora que inició la “nueva normalidad”esperaba ver más gente en el Metro.

 “Pero mira, si hay más pasajeros, aunque no como antes de que arrancara este problema. A ver cómo está en Pino Suárez, donde transbordan las personas”, soslaya, aunque en la estación prevalece el mismo desolado panorama.

El oficial J. García, de la Policía Auxiliar, explica que este lunes hay más gente, pero en nada se compara con lo de antes de iniciar la contingencia, motivo por el que aquí no fue necesario implementar las unifilas, como en otras estaciones.

Aunque la mayoría de los pasajeros usa cubrebocas o careta, ninguno respeta la sana distancia. Algunos hasta corren para abordar el convoy. En esta estación, de enlace de las líneas 1 y 2, no hay prevención alguna para evitar contagios.

De allí que Magda ve con sorpresa que tampoco en Pino Suárez subió la gente que esperaba. Lo mismo ocurrió en Zócalo, Allende (que sigue cerrada) y Bellas Artes. Sin embargo, en Hidalgo el encanto termina.

La gente entra sin esperar el descenso de pasajeros, pues como avalancha abordan el vagón con destino a Cuatro Caminos y se apoderan de los asientos. Incluso, esta estación, que enlaza con la Línea 3, parece que la sana distancia nunca existió, pues a decir de Édgar, quien porta un megáfono para repetirles constantemente que tomen distancia y usen el cubrebocas, “parece que la gente olvidó quedarse en casa.

Y es lamentable, porque las consecuencias las veremos en los próximos días”. Algunos de los pasajeros, además, retadoramente viajan sin cubrebocas. No les importan las recomendaciones de los muchachos con chaleco naranja o verde, como Édgar, que les insisten que porten esa protección, que hasta el momento es una de las pocas herramientas para contener al virus.

Justamente en esa línea, cerca de las 15:30 horas, quedarían confirmadas las consecuencias de no traer el cubrebocas, pues paramédicos del ERUM retiran en camilla de la estación Zapata a un posible enfermo de coronavirus.

Nadie supo dónde abordó ese desconocido, mucho menos cuántos estuvieron cerca de él hasta que perdió el conocimiento, como comentaron algunos pasajeros. Ese panorama no es propio de los usuarios del Metro, pues en el Metrobús, también existe gente sin protección alguna, ahí los policías no les llaman la atención o los expulsan del transporte.

Ah, pero eso sí, si llegan a ver a reporteros sin el permiso de la autoridad entonces los invitan a salir de la estación.