Celaya.- Un hombre muerto yacía boca arriba en el estacionamiento de una tienda de conveniencia a finales de febrero cuando periodistas llegaron a la ciudad de Celaya, en el centro norte de México, para entrevistar a la policía. Alrededor del cadáver había una lluvia de casquillos de bala y proyectiles disparados, algo muy común en el estado de Guanajuato, el cual registra el mayor número de homicidios del país.

El policía llevaba a su esposa al trabajo el 28 de febrero cuando hombres armados del cártel —quienes aparentemente los siguieron desde su casa— abrieron fuego contra su automóvil. El policía abatió a uno de los agresores antes de morir.

Su esposa y su hija de un año resultaron ilesas. Pero una semana antes, hombres armados del cártel mataron a tiros a una agente de policía cuando llevaba a su hija de 8 años a la escuela. También mataron a la niña.

Bienvenido a Celaya, Guanajuato, posiblemente el lugar de Norteamérica más peligroso per cápita, para ser policía. Al menos 34 policías han sido asesinados en esta ciudad de 500 mil habitantes en los últimos tres años. En el estado de Guanajuato, con una población de poco más de 6 millones, alrededor de 60 policías fueron asesinados a tiros en 2023 —más que en todo Estados Unidos

A medida que se acerca la elección presidencial del 2 de junio en México, esta ciudad se encuentra en la encrucijada de un debate nacional sobre políticas de seguridad.

Celaya ha declinado seguir la política del presidente Andrés Manuel López Obrador de no confrontar a los cárteles e ignoró su política de alentar a la población local a buscar pactos de paz con la delincuencia organizada. Cuando los obispos católicos romanos anunciaron que se habían reunido con capos de los cárteles en febrero para negociar una tregua entre los grupos en guerra, López Obrador dijo: “Lo veo muy bien”.

Al presidente de México no le gusta la policía y le gustaría depender del Ejército para todo. Disolvió la antigua policía federal tras acusarla de corrupción y recortó casi todos los fondos federales para entrenar y equipar a las policías locales.

A diferencia de otras ciudades, Celaya, un centro agrícola e industrial al noroeste de Ciudad de México, se ha negado a eliminar su fuerza policial local y depender casi por completo de los soldados y de la cuasimilitar Guardia Nacional para la vigilancia.

Eso significa que ha tenido que enfrentarse al cártel de Santa Rosa de Lima, un grupo tan irreflexivamente violento que de todos modos cualquier tipo de tregua o negociación probablemente habría sido rechazada.

David Saucedo, analista de seguridad de Guanajuato, refirió que el cártel de Santa Rosa de Lima controlaba Celaya, y que el actual alcalde, Javier Mendoza, tomó la decisión de quitarle el control al grupo criminal. Fue una decisión que le costó la vida al hijo del alcalde, que fue asesinado a tiros el año pasado.

Ahora el cártel intenta cazar a los policías de Celaya hasta someterlos o extinguirlos. Dos agentes fueron asesinados en su auto el domingo en Irapuato, la ciudad vecina, y el cártel de Santa Rosa de Lima se atribuyó la responsabilidad.

Los asesinatos de policías en México aumentaron el año pasado a pesar que López Obrador afirma que las cifras generales de homicidios han disminuido bajo su gobierno.