El pequeño pueblo italiano de Castropignano lucha por no ser abandonado. En su desesperación por no convertirse en un pueblo fantasma, las autoridades locales idearon un plan intrépido: rematar las casas vacías a menos de un euro para atraer nuevos habitantes. ¿Funcionará?

El fenómeno ocurre tarde o temprano en países altamente industrializados o cruzados por la emigración: la gente despuebla el campo para buscar oportunidades en los grandes centros urbanos.

Eso ha ocurrido en Castropignano, un poblado ubicado en los montes Apeninos, al sur de Italia. En 1950 contaba con casi 3 mil habitantes; en el 2001 registró poco más de mil 100 habitantes; en el último censo registraron 900.

Castropignano se ha despoblado lentamente al mismo tiempo que ha envejecido: el 60% de los residentes tiene más de 70 años. A este ritmo, muchos temen que pronto se convierta en un pueblo fantasma.