Las nubes de Orión son un enorme vivero en cuyo interior crecen los embriones de las futuras estrellas y los discos protoplanetarios de los que surgen los planetas pero observar lo que ocurre dentro de estas nubes de gas (y polvo) es muy complicado para los astrónomos.

Ahora, un equipo internacional de científicos ha logrado acceder al interior de estos viveros estelares y completar el mayor muestreo de estrellas recién nacidas elaborado hasta la fecha, con más de trescientos discos protoplanetarios descubiertos.

La investigación, publicada hoy en la revista The Astrophysical Journal, cuenta con la participación de científicos del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC, España) y se ha hecho con ALMA (Atacama, Chile) y VLA (Nuevo México, Estados Unidos), dos de los radiotelescopios de mayor resolución y sensibilidad del mundo.

Según los modelos de formación estelar, el nacimiento de las estrellas comienza con la fragmentación de la nube: Cada fragmento sufre un lento proceso de contracción hasta que se forma el embrión estelar -o protoestrella- que crece acumulando material mediante un disco en rotación a su alrededor.

Al mismo tiempo, la estrella expulsa el material sobrante a lo largo de su eje polar en forma de un potente chorro, que estabiliza su rotación y permite que siga creciendo.

Aunque aún se desconocen muchos aspectos de estos primeros momentos de formación estelar, los radiotelescopios ALMA y VLA permiten observar etapas cada vez más tempranas del proceso “cuando aún conviven potentes expulsiones de materia con el desarrollo de discos a su alrededor, que son la semilla de posibles sistemas planetarios”, explica Ana Karla Díaz-Rodríguez, investigadora del IAA-CSIC y coautora del trabajo.

Este estudio, que ha descubierto cientos de sistemas planetarios en las nubes de Orión, “ilustra muy bien la diversidad de condiciones físicas en las que puede ocurrir este proceso”, comenta la coautora del estudio, Mayra Osorio, del IAA-CSIC.

Entre otros aspectos, la muestra obtenida ha permitido comparar la masa y el tamaño medio de los discos protoplanetarios jóvenes con discos en un estado evolutivo más avanzado.

De los cientos de imágenes de la muestra, los científicos destacan cuatro objetos, con una forma irregular y “grumosa”, y opacos incluso a las ondas de radio, lo que podrían ser indicios de que se hallan en un estadio anterior al de protoestrella.

Para definirse como una protoestrella típica, las estrellas no solo deben tener un disco plano a su alrededor, sino también el chorro bipolar que libera material, pero aún se desconoce en qué momento de la formación de la estrella se genera el chorro.

Por ejemplo, una de las estrellas del estudio, HOPS 404, muestra un flujo de material que se mueve a dos kilómetros por segundo, cuando la velocidad típica en estas estructuras es de entre diez y cien kilómetros por segundo.

“Estamos ante un gran e hinchado sol que todavía está acumulando masa, pero que acaba de comenzar a expulsar materia para perder momento angular y poder seguir creciendo. Se trata de uno de los flujos más pequeños que hemos visto, y se presenta como una de las primeras etapas en la formación de una protoestrella”, apunta Nicole Karnath, de la Universidad de Toledo (Ohio, EEUU) autora principal de uno de los estudios.

Estos cuatro objetos son una rareza y, aunque los investigadores no pueden confirmar su edad, estiman que tienen menos de 10000 años, es decir, son objetos “verdaderamente jóvenes”, especialmente si tenemos en cuenta que en estrellas como el Sol, el proceso de contracción dura unos diez millones de años.