Un equipo de investigadores de China y Australia desarrolló un nuevo bioplástico que promete revolucionar la forma en que se enfrían los edificios: una película biodegradable capaz de reducir la temperatura sin usar electricidad. Según un estudio publicado en Cell Reports Physical Science, este material puede disminuir la temperatura superficial hasta 9.2 °C bajo la luz solar directa.
Online now: Demonstration and characterization of insertable passive thermal switches for dynamic building envelopes https://t.co/e5FfgIDHZH
— Cell Reports Physical Science (@CellRepPhysSci) June 27, 2025
Un avance con impacto global
El revestimiento, creado por científicos de la Universidad de Zhengzhou y la Universidad de Australia del Sur, fue probado en condiciones reales sobre un tejado en Zhengzhou, China. En las pruebas, alcanzó un enfriamiento promedio de entre 4.9 °C y 5.1 °C durante el día y la noche, respectivamente, con una potencia de enfriamiento de hasta 136 W/m².
Este resultado fue posible gracias al principio del enfriamiento radiativo pasivo (PRC), que consiste en reflejar la radiación solar y emitir el calor hacia el espacio exterior, evitando que se transfiera al interior de los edificios.
Fabricado con materiales biodegradables
El “metafilm” está hecho de ácido poliláctico (PLA), un polímero derivado de fuentes vegetales como el maíz o la caña de azúcar. Su estructura porosa, conseguida mediante un innovador proceso de separación de fases a baja temperatura, le permite reflejar el 98.7 % de la radiación solar y mantener una conductividad térmica muy baja (0.049 W/m·K).
Además, el proceso de fabricación es simple y escalable: el PLA se disuelve en cloroformo, se cristaliza a -20 °C y se le induce una separación de fases con etanol antes del secado, lo que facilita su posible producción masiva.
Alta resistencia y múltiples aplicaciones
A diferencia de otros materiales similares, este bioplástico ha demostrado una resistencia excepcional: soportó 120 horas en ácido y exposición a radiación ultravioleta equivalente a ocho meses de uso al aire libre, sin perder su capacidad de enfriamiento.
Este avance no solo tendría aplicaciones en techos de edificios. Los investigadores ya exploran su uso en sectores como el transporte, la agricultura, la electrónica y hasta la medicina, con apósitos capaces de regular la temperatura en heridas.