Desde 1990, la obesidad se ha duplicado en adultos y cuadruplicado en adolescentes a nivel mundial. Si bien el consumo de productos ultraprocesados es un factor clave, la alteración del reloj circadiano también juega un papel importante. Este mecanismo biológico regula funciones corporales como el sueño y la digestión, por lo que su interrupción puede favorecer el aumento de peso.
Un estudio publicado en la revista PNAS analizó cómo el reloj circadiano influye en la ingesta calórica. Liderado por Mary Carskadon, de la Universidad Brown, la investigación siguió a 51 adolescentes en ciclos de sueño y vigilia alterados. Los resultados mostraron que los hábitos alimenticios tienen mayor impacto en la ingesta calórica que el reloj biológico, pero también que los adolescentes con obesidad consumían más calorías a horas tardías.
David Barker, coautor del estudio, sugiere que los jóvenes con obesidad pueden estar menos sincronizados con su reloj biológico y más influenciados por estímulos emocionales y sociales. Para mitigar este impacto, recomienda regular los horarios de comida, aumentar la exposición a la luz natural durante el día y reducir la luz artificial en la noche.
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Marta Garaulet, experta en cronobiología, destaca que un “aplanamiento” del ciclo circadiano es característico de la obesidad y sugiere mantener rutinas estables, evitar siestas prolongadas y sincronizar las señales del ambiente con el reloj biológico. En adolescentes, cuyos ritmos naturales los predisponen a la nocturnidad, se ha planteado incluso retrasar la hora de entrada a clases para mejorar su bienestar.
Los investigadores subrayan la necesidad de más estudios para comprender mejor la relación entre los horarios de alimentación y sus efectos en la salud, enfatizando la importancia de alinear el estilo de vida con el ritmo circadiano para prevenir la obesidad.