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Cancún, México.- No es el primer huracán que viven. Por eso ahora ni lo pensaron y corrieron a un refugio.

“Cuando llegó el huracán Wilma (en 2005), se nos volaron todas las láminas, y a medianoche estaba yo buscando cómo refugiarme con mis hijos. Todo se nos mojó, mis papeles, mis artículos, la tele.

“Yo lloraba con mis hijos porque decía: ‘¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué les voy a poner? ¿Cómo los voy a ir a apuntar en la escuela si los papeles se mojaron?'”, narra Norma Esmeralda Reyes Reyes, de 48 años, instalada en un albergue de Cancún.

Viene con su familia de Isla Mujeres porque el huracán “Beryl” ya araña desde la tarde de ayer las islas y costas de Quintana Roo. Por la noche, ya era de categoría 3 con vientos que alcanzaban los 180 kilómetros por hora.

La medianoche en la entidad sólo era interrumpida por el rumor del viento cada vez más potente. Se esperaba la lluvia intensa, la tormenta, hacia la madrugada.

“Todo el tiempo así hemos venido a pasarla, porque como nuestras casitas no sirven, son de madera, cuando vienen los huracanes, pues se vuelan las láminas”, dice Norma Esmeralda, mientras sus nietos luchaban entre sí, divertidos, en el suelo del albergue del Centro de Desarrollo Comunitario Ciudad Mujeres.

Ahí estaba junto con su mamá, Zoila, de 70 años; su hermana, Mondina, de 47, y sus nietos, Johan David y Didier Giovani, ambos de 9.

Otras dos familias esperaban ya junto a los Reyes Reyes el arribo de “Beryl” en este mismo refugio, habilitado con una cocina y 19 colchonetas, aunque con espacio para recibir hasta 60 personas, de acuerdo con Karla García, directora general del DIF municipal, quien aseguró que ella también pasaría la noche ahí.

Para buena parte de la población local, esta es la única alternativa para estar a salvo de los efectos del primer huracán de la temporada 2024 en el Atlántico. Algunos más afortunados decidieron permanecer en sus hogares con las ventanas reforzadas con cinta y los tinacos amarrados para soportar el embate del ciclón.

Un escenario opuesto vivieron los turistas, pues muchos de ellos escaparon hacia algún sitio alejado de la tormenta.

La huida pudo apreciarse desde hace dos días en el Aeropuerto Internacional de Cancún, aunque ayer las condiciones climáticas provocaron 100 cancelaciones de vuelos, según informó la Gobernadora morenista Mara Lezama.

“¿Pa’ que uno va a coger riesgos? Uno nunca sabe qué puede pasar”, lanzó Rodrigo Sierra, visitante oriundo de Colombia que llevaba 21 días vacacionando en Cancún y, aunque le faltaban todavía ocho, optó por adelantar su salida del País.

“Sí estuvo muy lleno desde la mañana hasta la tarde; sí, como que mucha gente se asustó y mejor se fue. Hoy (ayer) ya menos, pero ayer sí mucha gente se estaba regresando a de donde es o a donde tiene casa. Mejor se fueron”, apuntó Margarita Medins, elemento de seguridad del aeropuerto mientras esperaba a que su novio la recogiera frente al Centro Comercial Las Américas.

Entre quienes esperaban para poder alejarse de lo que acaso preveían sería una catástrofe estaba Griselda Gómez, que llevaba una semana vacacionando en Cancún junto con su esposo y tres hijos, y tampoco ocultó su temor por “Beryl”.

“Sí nos dio mucha impresión, mucho miedo”, compartió la mujer, a la espera de que no siguiera acumulando retrasos el vuelo hacia su natal Monterrey, donde quizás deban encarar nuevamente este mismo ciclón dada su trayectoria.

“Es lo que estábamos diciendo, el huracán nos anda siguiendo. Pero ya estando en casita es diferente”.

Para cuando el reloj marcaba las 18:00 horas, el centro de Cancún lucía inusualmente desierto, acaso con algunas filas en los cajeros automáticos, pero en realidad con la mayoría de negocios cerrados, varios de ellos resguardados con tapiales de madera. Trabajadores podían verse todavía colocando algunos.

En establecimientos como gasolinerías o supermercados, donde a unas horas del impacto del huracán todavía había gente comprando víveres, los empleados continuaban sus jornadas como si no hubiera una emergencia en curso; algunos otros, en cambio, lograron partir temprano a casa, y se les veía haciendo fila en los paraderos para dirigirse a sus hogares en la periferia cancunense.

La mayor incertidumbre, al menos para habitantes como los Reyes Reyes, era que debían dormir en una colchoneta y sin una televisión en la cual seguir las noticias del huracán.

Para buena parte de los residentes de Quintana Roo, los albergues fueron la única alternativa para evitar los efectos del primer huracán de la temporada en el Atlántico.

“Beryl” provocaba anoche lluvias torrenciales en los 11 municipios de Quintana Roo y en la mitad de las localidades de Yucatán. Ambas se encontraban en alerta roja.

Ayer se suspendieron clases y actividades no esenciales en esos estados, se cerraron cajeros bancarios, el aeropuerto de Cancún canceló más de 284 vuelos, el de Tulum cerró por completo, así como centrales camioneras, incluso el Tren Maya suspendió sus recorridos y resguardó al personal que sigue trabajando.

BBVA, HSBC y Banamex cerraron todas sucursales en Quintana Roo y Yucatán hasta el lunes, y parcialmente en Campeche.

El huracán, que el lunes se ubicaba con categoría 5, el máximo en la escala SaffirSimpson, “potencialmente catastrófico”, impactó Jamaica el miércoles reducido a categoría 4, pero aun así dejó por lo menos 10 muertos, zonas incomunicadas y más de 400 mil personas sin luz.

Ayer por la tarde se redujo a categoría 2, pero en la noche volvió a subir a 3 y enfiló hacia Tulum, Quintana Roo.

El Servicio Meteorológico Nacional advirtió que “Beryl” volverá a golpear el territorio mexicano con categoría 1, con vientos de 119 a 153 kilómetros por hora, frente a las costas de Tamaulipas, el domingo por la noche o madrugada del lunes.