En el mundo la incursión de las mujeres en la ciencia es del 30 por ciento, y en México este proceso ha sido más lento.
Según datos de la UNESCO, solo ese porcentaje opta por estudios superiores dentro del campo de las ciencias exactas y naturales, tecnología, ingeniería y matemáticas, refirió Norma Blázquez Graf, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
En la Universidad Nacional la matrícula es mitad y mitad, y en algunas carreras ellas son mayoría, como Medicina, donde alcanzan más del 60 por ciento. “En la Facultad de Ciencias, en Biología, también hay más mujeres, pero en carreras como Matemáticas hay muy pocas, y en Ingeniería alcanzan el 19 por ciento”, puntualizó.
A propósito del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se conmemora este 11 de febrero, expuso que “ya se logró que ellas estén al 50 por ciento en la matrícula universitaria en muchos países, pero en la parte laboral no se ha alcanzado esa proporción, y en los puestos de decisión mucho menos, pues a nivel global su presencia es de 15 a 20 por ciento”.
La diferencia de participación por áreas continúa en los puestos más importantes, que son ocupados por hombres, y las mujeres no siempre están representadas proporcionalmente, pues las dirigen hombres aunque sean carreras ‘femeninas’, dijo Blázquez Graf.
Según datos de la ONU, a nivel mundial la matrícula de estudiantes femeninas es particularmente baja en tecnología de la información y las comunicaciones, con tres por ciento; ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con cinco por ciento; y en ingeniería, manufactura y construcción, con ocho por ciento.
De acuerdo con una investigación realizada en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, una maestría y un doctorado en alguna materia relacionada con la ciencia es de 18, 8 y 2 por ciento, respectivamente, mientras que la probabilidad para los estudiantes masculinos es de 37, 18 y 6 por ciento.
En algunos campos las mujeres no participan debido a los estereotipos o prejuicios de género, resaltó la universitaria. “Desde pequeñas nos enseñan que no somos capaces para ciertas disciplinas, y socialmente se intenta que no nos gusten”.
Blázquez detalló que se han hecho investigaciones donde se muestra que hasta los nueve años las niñas tienen el mismo interés que los niños en área como física y matemáticas, pero conforme crecen ya no se interesan, porque la consigna de género las empuja a dedicarse al cuidado, a campos de la salud, y no a matemáticas, física o ingeniería.
Desde los juegos y los juguetes se dirige a ambos géneros a determinados saberes, y la situación se refuerza en la escuela, “donde los maestros hacen que se sigan caminos distintos en vez de estimularlos a que prueben de todo. Es importante que se les brinde la opción para que puedan desarrollarse en lo que les guste”.
Para modificar estos estereotipos, la universitaria aconsejó trabajar en igualdad de oportunidades con los infantes desde preescolar, y con los docentes para derribar prejuicios.
El conocimiento no tiene género
La participación femenina en la ciencia no es solo cuestión de justicia social, también significa aumentar los recursos en investigación. “Cuando hay mujeres se hacen nuevas preguntas y se exploran temas con miradas distintas; el conocimiento se enriquece con la inclusión”, recalcó la investigadora del CEIICH.
El conocimiento no tiene género, pero socialmente se lo han asignado, remarcó. “En México hay avances, pero falta mucho; el mayor logro de los últimos 15 años es que las mujeres pueden estudiar una carrera y luego un posgrado, porque se ha invertido en becas, pero falta conciliar esta política con el campo laboral, porque no se han abierto plazas suficientes en nuevos centros de investigación o universidades donde ellas no queden rezagadas”.
Además, aún existe la brecha salarial. “A pesar de tener la misma formación y experiencia, las mujeres ganan menos porque el conocimiento y el campo laboral siguen siendo territorio masculino”.
El 15 de diciembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, para lograr el acceso y participación plena y equitativa de ellas, su empoderamiento y la igualdad de género.