La Gran Mancha Roja de Júpiter, el mayor y más emblemático vórtice del Sistema Solar, se ha observado durante al menos dos siglos. Ahora, un equipo internacional de investigadores ha constatado que este torbellino se extiende más profundamente en el gigante gaseoso de lo esperado.

Esta es la principal conclusión de sendos estudios publicados en la revista Science firmados por científicos de diversas instituciones estadounidenses, británicas e israelíes, entre otras, quienes han utilizado en sus investigaciones datos recogidos por la sonda espacial Juno, lanzada por la agencia espacial NASA.

La icónica Gran Mancha Roja de Júpiter es una enorme tormenta en forma de torbellino que dura desde hace cientos de años y una cuestión clave para los científicos es la profundidad a la que se extiende por debajo de sus nubes visibles.

Los hallazgos que ahora se presentan sobre esta tempestad de 16,000 kilómetros de ancho que se bate en la atmósfera del planeta revelan nuevos conocimientos sobre la meteorología joviana y sus vínculos con el interior más profundo de este cuerpo astronómico.

“Júpiter, rey de los dioses en la mitología romana, se envolvió en nubes para ocultar su verdadera naturaleza. Pero su esposa, la diosa Juno, pudo mirar más allá de este velo y revelar su comportamiento travieso”, así describe este importante hallazgo la revista Scientific American.

En la atmósfera de Júpiter abundan las grandes tormentas y la frecuencia de vientos giratorios, incluida la Gran Mancha Roja, una tormenta tan masiva que podría tragarse la Tierra entera, explica la revista.

Sin embargo, no está claro si estas tormentas se limitan a las partes más altas de la atmósfera del planeta o se extienden hacia el interior del mismo.

Los investigadores, liderados por Scott Bolton, del Southwest Research Institute (Texas), y Marzia Parisi, del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena (California), utilizaron mediciones de microondas y de gravedad, respectivamente, de la nave Juno para caracterizar los vórtices atmosféricos de Júpiter, incluido la Gran Mancha Roja.

El equipo de Bolton utilizó el instrumento radiómetro de microondas de la sonda de la NASA para investigar la estructura vertical del Gran Marcha Roja, así como de otras dos tormentas, y descubrió que se extienden por debajo de la altitud a la que se espera que se condense el agua y el amoníaco, o el nivel de nubes del planeta. Esto es particularmente cierto en el caso de la Gran Marcha Roja.

Según los autores, esto sugiere la presencia de procesos dinámicos a pequeña escala -como la precipitación y las corrientes descendentes- a niveles mucho más profundos de lo esperado anteriormente, lo que puede indicar una conexión entre el interior de Júpiter y la atmósfera profunda.

El equipo de Parisi examinó la firma gravitatoria de la citada gran mancha utilizando datos de doce encuentros de Juno con el planeta, incluyendo dos sobrevuelos directos del vórtice.

Constataron fluctuaciones en el campo gravitatorio del planeta causadas por la tormenta.

Descubrieron que, aunque esta mancha está profundamente arraigada en la atmósfera, es mucho más superficial que los chorros circundantes que la alimentan, que se extienden a mucha más profundidad.

Utilizando dos enfoques diferentes para inferir la profundidad de este vórtice, ambos con resultados consistentes, los científicos encontraron que la profundidad de la Gran Mancha Roja no supera los 500 kilómetros, mientras que los chorros circundantes se extienden hasta profundidades cercanas a los 3.000 kilómetros.

Juno lleva orbitando y vigilando Júpiter desde 2016 y los hallazgos que ahora se publican proporcionan, según la NASA, la primera visión en 3D de cómo funciona la agitada atmósfera del planeta bajo las capas superiores de nubes.