La llegada de un huracán tan poderoso como Laura planteó nuevos retos a las autoridades de Luisiana y Texas debido a la pandemia de COVID-19.

Esto debido a que algunas de las zonas que se debían desalojar como medida preventiva ante el arribo del fenómeno tienen altas tasas de contagios de coronavirus.

Para muchos de los desalojados la decisión de salir de sus hogares para resguardarse de la tormenta fue un asunto de vida y muerte.

Pese al temor de sufrir contagios masivos del virus, más de medio millón de habitantes de la costa del Golfo de México en Estados Unidos fueron desalojados en lo que ya ha sido considerada la evacuación más grande de ese país en lo que va de la pandemia.

Con la finalidad de evitar contagios masivos, las autoridades en Texas pusieron a disposición de la población habitaciones de hoteles para su reguardo, mismas que resultaron insuficientes.

Muchos habitantes de la zona refirieron no tener dinero para alquilar por su propia cuenta una habitación en algún hotel tierra adentro pues la pandemia de COVID-19 los dejó sin empleo meses antes.

El gobernador de Louisiana, John Bel Edwards, lamentó, antes de la llegada de Laura, que el huracán provocara la suspensión de la aplicación de pruebas comunitarias para COVID-19 en un momento crucial.

Actualmente, una parte de las escuelas de Luisiana comenzaron sus actividades presenciales. Con los estudiantes regresando a las instalaciones, esto supone un riesgo inminente.

Laura causará inundaciones generalizadas en estados alejados de la costa.

Gran parte de Arkansas se mantiene en alerta mientras los meteorólogos prevén que fuertes lluvias afecten el viernes a Missouri, Tennessee y Kentucky.

El pronóstico también indica que Laura es tan poderosa que se volverá a convertir en tormenta tropical una vez que llegue al Océano Atlántico, amenazando potencialmente al noreste del país.